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martes, 9 de enero de 2018

carta de amor del ultimo caido en krasni bor


LA NOCHEBUENA DE UN KAROBO EN EL FRENTE DEL ESTE.  CARTA A SU MADRINA
 
A los veinte mil españoles que murieron en Rusia.
 
 
 
Posición 375 sección de Antiaéreos. Frente del Este 24 de diciembre  de 1942




Querida Aderita:

 Recibí tu carta ayer.  La trajeron los del hipomóvil de la Comandancia.  No había podido hacer el reparto en siete días pues hemos tenido una cellisca de las que hacen época.  Estos sí que son tormentas y no las del Bierzo.  Gracias por los aguinaldos con el turrón y la botella de coñac el detente/bala y la estampa del Niño Jesús que hemos colocado en sitio preferente de la chabola y está Jesusín hecho un sol y yo no sé cómo con esos taparrabos blanco puede aguantar los treinta y dos bajo cero. ¡Cómo es Dios y todo lo puede!  No le harán mella ni las balas y lo que decía nuestro general el otro día en una arenga que radiaron por radio Berlín: fuerte será el invierno ruso pero más recia es mi raza.

 Y tan recia, ¡pachas! divino Niño lo puede todo Aguantar la helada y la nieve que tapa los ojos, hacer callar  por ser Nochebuena los organillos de Stalin. Hasta parece que lo conocen, oye. De vez en cuando nos lanzan octavillas en castellano muy bien escritas por cierto y nos dicen mejor estabais, puñeteros, al brasero con vuestras abuelas o junto a la estufa de un baile y no aquí.

Habéis venido a defender a un tirano, el señor Hitler, pero un cabo primera de la Plana Mayor gaditano ex legionario, agarró el altavoz y les dijo en perfecto idioma de Pushkin que estábamos aquí en devolución de visita. Que en Cádiz son así de cánidos mentales y que se mueran los feos y tal y tal. Nos elevó un poco la moral pero la verdad que no está el horno para muchos bollos y la tenemos por los suelos... Ojala Jesusito haga un milagro. No estoy muy seguro de que nos lleguemos a ver en carne mortal. Tampoco importaría mucho. Un soldado no es nadie. Un número. Un nombre en una esquela, una inscripción sobre una tumba con un casco de acero y en el vértice dos palos cruzados. Si caemos en la tierra rusa quiero que sea por algo y no estoy escribiendo mi testamento pero esta noche es Navidad y se me amontan las congojas.

Si me atizan en un fregao estoy seguro de que tú pensarás en mí. Ah aquel chaval de Soria que se fue a estudiar a Madrid Filosofía y Letras, luchó con los rojos pues quería cambiar el mundo. Lo cogieron los nacionales y para redimir la culpa se apuntó a la División Azul. Un chalao. Un quijote. Un idealista  pero no del todo mal persona. Un cabeza loca. Que quieres te diga, Derita. A mí esta tierra no se si me gusta o  me disgusta pero me impresiona me embruja. Es tal y como la pensé cuando leía a los maestros rusos en el caserón de San Bernardo.  Luego está esta naturaleza inmensa inabarcable. Pues verás nos liamos a cantar villancicos como descosidos y después llorábamos todos como bobos.  Hasta al Teniente Müller- espero que esta noche no tengamos fuegos artificiales y que los ruskis no nos localicen con los focos de sus potentes trazadoras porque entonces empezaría la caza del conejo, que atacan en horda y son tan valiente y nos les importa morir, suena el pito de un oficial y todos se lanzan a la bayoneta calada, una columna es repelida y entonces salta otra y otra y la siguiente-      que manda la batería y es un militar prusiano de aspecto seco y que parece poco sentimental le rodaban las lágrimas.  El tapabocas también te lo agradezco y más sabiendo que ha sido tejido por ti con una toquilla que era de tu abuela.  La botella de Carlos III nos la chiscamos en amor y amistad fraterna.

 No me dio a tiempo a dejar un poco para luego pues cuando iba a la escuela y me daba mi madre un pan y una onza de chocolate lo mordisqueaba  mucho tiempo y decía esto para después. Aquí no tenemos el sentido del ahorro como comprenderás. Te pueden atizar un tiro al momento siguiente.

  El cabo Seidenbaum escotó unas salchichas y varias botellas de aguardiente del que por aquí llaman schnaps junto con una botella de vodka que tomó de un ruso que hicieron prisionero y alguien sacó una guitarra y una pandereta.  Y fuera penas.  Dirás que somos unos borrachos pero no.  Sin algo de calor en él estomago aquí te arrices pues como te digo aquí hace mucho más frío que en León. Dirás que por que té cuentos estas cosas.  Pues es que no te tengo nada que contar.  Aquí sólo hay nieve y nieve.

 Hasta los árboles se sumen debajo del talud blanco y se redondean las casas de los enanitos del bosque como en los cuentos de hadas. ¿Es Rusia el país de los cuentos de hada con leñador, trineos y mujiks y coros que cantan como los ángeles? El otro día una panienka de la retaguardia nos trajo dos panes de mijo y una icono del niño Jesús pero aquí el Jesusito no está desnudo sino bien fajado y con los faldones de cristianar como dice el Evangelio de san Mateo.

 El nuestro en taparrabos es más carnal y preciso. Pero ellos que guardan su religión un poco por lo antiguo son más imprecisos así que su cristianismo menos concretizado parece que llama más a la puerta del corazón. Perdona que haga estas reflexiones tan profundas y teológicas pero uno de loes efectos que he sentido del contacto con el Frente del Este ha sido por tener mucho tiempo libre, todo el del mundo, mientras estas de plantón, esperando a que llegue la muerte, en esas cosas sagradas de la religión. Claro que me acuerdo mucho de Dios. Sin embargo el teniente Weinmüller no es de la misma opinión. Piensa que no hay nada después de esto…

  Villancicos.  Cantamos La Marimorena y él Veinticinco de diciembre Bum Bum. Por aquí también hay catalanes y lo entonaron en el idioma de su tierra. Somos una sección mixta de artilleros alemanes y españoles.  Mi unidad quedó tan diezmada en los últimos días que hubo que agrupar fuerzas.  Nos entendemos como ponemos pero yo he aprendido algo de alemán aunque casi me entiendo mejor el ruski que me parece menos difícil y en esa lengua me sé varias frases.  Una que nos aprendemos cuando en las largas marchas pie desde Grodno hasta esta zona que llaman la Rusia Blanca entrábamos en las isbas o casuchas de los campesinos medio despeados y muertos de sed y de hambre y nos salían a recibir niños descalzos abuelas sonrientes y pobres viejos cubiertos de harapos.  Y allí la cantinela de siempre.  Y  menia isti ñiet karovo ni malieko que quiere decir se nos han muerto las vacas no tenemos leche.  Pero los pobres nos daban a los soldados lo que tenían y encendían el samovar y nos calentaban té con un poco de pan. Nosotros le dábamos nuestras raciones. Les hacían mucha ilusión las cantimploras de estaño de la Intendencia española. Pero les daba lástima de nosotros.

-Por qué no tenéis ropa de abrigo? Cuando llegue el invierno al Volga os moriréis de frío.

- Razón llevaba la babuska. Estos campesinos saben mucho.

  Las abuelas bondadosas nos persignaban en la frente pues así son cristianas Aderita y eso no me lo suponía yo que nos había dicho que eran los rusos comunistas y rojos perdidos.  Pues no es cierto.  En las chozas aun en las más miserables había imágenes de Nuestro Señor y de la Virgen.  Tienen mucha devoción a la Madre de Dios que llaman Blogodortisa.  La, lamparilla encendida día y noche me recordaban un poco el altar de mi pueblo cuando íbamos al rosario y hacíamos genuflexión de rodillas ante el Santísimo.  Los rusos no se arrodillan, se inclinan y se hacen la cruz continuamente. Dicen que para espantar a los malos espíritus.

 Esta buena gente me impresionó y me pregunté que hemos venido a hacer aquí a esta tierra a sembrar la muerte y destrucción.  Muchas dudas me asaltan Aderita.  Aquí hay un comandante Schmidt que dice que la invasión de Rusia ha sido un error de Hitler.  Que todos creíamos que lo que había que cambiar eran la desigualdad de pobres y ricos.  Schmidt dice que el diablo se metió en la cabeza loca del Führer.  Y que esto es una chifladura suya que bien caro pagaremos todos, sobre todo el pueblo alemán.

 A mí la verdad nada me hicieron los rusos pues aquí los comunistas que había en España no los vemos por ninguna parte, son gente humilde y llana y muy sufrida como los castellanos, claro que el comandante Schmidt sólo profiere esas dudas cuando ya llevan en el cuerpo cinco o seis copas.  Y como para su camisa porque puede ser arrestado.

 Yo soy el cabo pieza de un cañón que llamamos Ocho- Ocho.  Me harté a disparar contra los aviones rusos y alguno he conseguido abatir. Luego sentía remordimiento. Me daban pena de los pobres que iban en la carlinga. Eran soldados y jóvenes y con toda una vida por delante como yo. Pero buena gana cada vez vienen más, son un enjambre.  El otro día sacaron a diez o doce de la Wehrmacht que estaban metidos en unos pozos de tirador.  Eran alemanes casi unos niños.  Tenían los pies congelados, se escucha el día y la noche la música de los organillos de Stalin.  Les paramos de momento pero al poco rato traen refuerzos y atacan y atacan.  Como condenados. Al son de los pitos y pífanos de sus comisarios. Al fondo el cielo se tiñe de rojo. Y la tierra nevada de sangre y destrucción.

  Es el infierno de Stalingrado,  Ayer estuvieron pasando convoyes de batallones destrozados de retirada.  Eran infantes rumanos.  Mal se presentan las cosas, querida Aderita.  Y yo mañana que es Nochebuena cumplo 22 años. ¿A que he venid yo a Rusia, Dios?  Una voz interior me dice que para cambiar el mundo para hacerle mejor para defender a España del Comunismo pero la verdad es que no lo tengo muy claro. Todas esas son palabras huecas de un vanílocuo idealista como el que te escribe.

  Me alisté voluntario en la División Azul.  No sabía dónde me llevaban ni adonde me metía, al principio todo iba bien y avanzábamos casi sin pegar un tiro.  Yo cogí un mal constipado y me hospitalizaran en una ciudad que se llama Vilna.  Me lo pasé en grande pues conocí una muchacha y fue conmigo al baile un par de veces pero al siguiente día al ir a  buscarla, vi cómo la sacaban de su casa unos policías de paisano con abrigo de cuero y cara de muy pocos amigos.  Recuerdo su nombre Ester, era judía y a mí por “confraternizar con el enemigo” por poco me fusilan. Todo se quedó en  una orden de arresto de dos días en el calabozo y me enviaron otra vez al frente. Por lo visto la Ester organizaba partidas contra los alemanes. Las leyes de la guerra son terribles pero no creo que la enchiqueraran por su raza ni por su religión, sino por terrorista.

 Ya te lo he contado maja.  Aunque no te conozco me pareces una chavala estupenda y hasta pienso que si regreso con vida de esta ratonera me gustaría pedirte relaciones.  Estás muy guapa en la foto, tienes una cara de buena persona. Mándame más.  En fin tu estampa piadosa  me ha recordado otras navidades más felices y el niño  me mira con cara de  ternura y hasta parece que me habla a mí solo a mí y me dije Celerizo, yo te voy a ayudar.

 Y me quedo ensimismado contemplándole.  Mis camaradas dicen que es un Jesús muy bonito, los alemanes no tienen imágenes pero creo que son también cristianos, no creen en el papa.  Los domingos suele venir un páter que creo que es luterano se pone un gorro muy raro y una estola negra como la de don Saturnino el cura de mi pueblo y cantan himnos y ya está pero no dicen misa como los católicos, sólo cantar y los soldados los cantan con mucha devoción pues parecen sentir muy adentro su religión más que nosotros.  Para que te vaya a contar si no son calamidades aunque así me desahogo.

 Soy el único que queda de los españoles porque han ido cayendo todos.  El jueves le atizaron a un asturiano que se llamaba Teófilo Muñiz  Salió a hacer del cuerpo el hombre y por lo visto se puso en un sitio algo lejos de la tienda que no tenía desenfilada y le arrearon. A Rodrigo que era mi mejor amigo un obús lo dejó sin pierna y lo evacuaron a Riga.  Pero esta muerte de Muñiz  impresionó.  Murió en mis brazos.  Llamaba a grandes voces a su madre y a mi se parte el corazón.  Madre…madre…madre. Y el eco clamaba cual voz en el desierto por  la inmensa estepa, retronaba su voz moribunda.  Madre, madre ¿dónde estás? Dios le tenga en su seno. Pero ¿por qué no baja? ¿Por qué no hace algo ese Dios que dice que está con nosotros? Lo pone un letrero que llevan aquí todos los quintos en  la hebilla de su uniforme: Gott mit uns.

  Aderita, me dices en la tuya que no haces más que rezar por pues esas preces me vienen bien.  Tus velas a la Virgen del Camino han dado resultado aunque pienso que salgamos enteros de aquí va a ser un milagro y de los gordos.  Madre.  Madre y las voces que pegaba Teófilo eran las mismas que otro asturiano también amigo del alma que se llamaba Agustín al que atizaron a lo tonto y a lo bobo. Era también muy fraterno.  De Cudillero.  Me decía que  tan pronto acabase la guerra me convidaba a las fiestas de su pueblo que son por san Pedro y los marineros hacen una ceremonia muy ocurrente y chistosa que llaman la amura vela.

 Se llamaba Agustín Fito.  Si esta carta llegase a tus manos, yo quisiera que se las remitiese por favor a su familia que vive en ese pueblo dándole mis condolencias.  De mi vida aquí poco puedo contarte. Es muy monótona.  Los días se parecen unos a otras como dos gotas de agua.  El único aliciente es la llegada de la estafeta con la carta de casa momento feliz, que se mueran los feos, abajo las penas.  Lo demás comer y dormir. Uno se embrutece y no piensa en nada. Sólo en sobrevivir pero las balas cuando vienen de a hecho, como las cartas traen en el membrete tu nombre y dirección y hay que recibirlas. Pero la que te ha de matar, dicen los veteranos, no la sentirás venir.

  ¿Quién inventaría las guerras Aderita? Todas son guarras las guerras. Llenas de obscenidades. Parece que las prepara una gentuza. Son los mismos de siempre. Los discípulos de Satanás los que no pueden vivir sin verter sangre en el altar de Moloch.  La verdad es que cuando recibí felicitaciones de la Komandatur por haber abatido a cinco cazas enemigos no me sentí un héroe, me pusieron la cruz de hierro pero yo estuve de decirle al comandante que se metiera la condecoración por donde le cupiera y si no lo hice fue por tenemos s que me fusilen.  Fue de pura chiripa mi coronel, respondía. Si dijese lo contrario mentiría. También me pareció un despropósito que condecoraran por el merito al valor al camarada que las diñó mientras estaba en las letrinas. A título póstumo y muerto en combate rezaba el parte… No me hagas reír.

 No.  No me siento un héroe ni  odio a los rusos. ¿Por que tener que disparar contra gente que no conozco y nunca se han metido conmigo?  Velay mis contradicciones, Aderita bueno madrina, Felices Pascuas y ojalá el año que viene de 1943 sea prospero y mejor que este puñetero 42.

 Estoy seguro de que nos vamos a ver pronto tú y yo que guay  vamos a hacer buenas migas. ¿Te gustan los bambinos?  Claro que te gustarán a no ser que tengas vocación de monja.  Reza mucho por mí y  con el Santo Niño Jesús de Praga, aprieta, maja en tus oraciones, que a ti debe de hacerte caso pues eres muy buena, una santa.  Lo necesito.  Y sin otro particular y desando la pasas bien la Nochebuena se despide este tu amigo y admirador este Karovo que lo es.  Tu ahijado de guerra. Arriba España.¡ Viva Franco Heil Hitler!, Etcétera.

  Fermín Celerizo, sargento primero de Artillería

Frente del Este.

Hasta aquí la misiva. Llegó a mis manos porque lo primero que hizo el sargento Celerizo cuando fue repatriado de Rusia fue ponerse en contacto con la novia del muchacho asturiano que fue su compañero de armas. Aderita, la madrina de guerra, se había casado con otro y envió la carta a Fifi, creyendo que su ahijado había perecido en el Este. Desde 1942 no había vuelto a saber más de él. Pero lo cierto es que Celerizo, habiendo sido hecho prisionero, e internado de un campo de concentración, consiguió volver el año 1954 con los expedicionarios del capitán. Eran los últimos de Rusia. Los últimos de Filipinas también. Unos locos pero gentes como Celerizo tenían buena madera y que buen vasallo si hubiera buen señor. Esta epístola desde el Frente Oriental encierra las claves de una bonita historia de amor. Que desbarató una guerra. Malditas guerras. ¿Quién las inventaría, leche?

 

La carta del sargento Celerizo la encontré yo el otro día hurgando entre los baúles traperos que hay en el hórreo de nuestra casona. Era una carta amarilla de color desvaído por el tiempo que estaba junto a otras e iban dirigidas mi tía Fifi que antes de estallar la guerra hablaba según decía entonces con ese  pixueto[1] que cayó en la estepa. Sentí una emoción intensa y miedo a profanar el relicario de una triste novela. La tía Fifí se quedó soltera. La conocí que venía a nuestra casa y muy cumplida y ceremoniosa pues había sido educada para ser una señorita nos traía el bollo de Pascua. De moza debió de ser airosa pero cuando yo la conocí estaba vieja y algo encorvada. Pensé  en Doña Berta la protagonista de uno de los cuentos de Clarín que quedando para vestir santos le guardó ausencias al único amor de su vida. ¡Demasiado romántica! Quizás el amor no tenga nada que ver con el sexo. Pero Tía Fifí se volvió algo gruñona muy murmuradora y muy beata. Había celado bien el secreto de sus amores. Nunca la vi llevar otra ropa que no fuese de luto. Con respecto al sargento Celerizo investigando sobre estas cuestiones llegue a saber que regresó de las trincheras aunque con un brazo de menos. Le dieron  los del Ayuntamiento un puesto en Segovia y vendía caramelos, periódicos y chuches. Debajo del mandil de menestral siempre asomaba el forro de su camisa azul. Era una buena persona. Sin embargo en el frente contrajo el vicio de la bebida. Los chaveas del barrio de Santa Eulalia se reían de él y le ponían motes. Le tiraban piedras a su chiringuito y decían:

-Borracho… borracho, tío Braguetita.

-Si voy-respondía-condenados niños os meto un brazo por una manga.

Lo del sobrehúsa Braguetita le debía de venir porque ya de mayor estaba algo de la próstata y tenía que salir detrás del quiosco a hacer aguas menores. Fue un idealista. Un soñador y un perdedor. Contaba historias extraordinarias de Rusia y cantaba con hermosa voz de bajo. Una vez cuando yo era seminarista fuimos a entregarle un aguinaldo como se solía hacer con los pobres de la ciudad por Nochebuena. Nos miró a todos muy emocionado;

-Que majos estáis curillas con esa sotana  esa beca y ese bonete. Si yo volviera a nacer me haría pope. Para entonar las letanías y  cantar en ruso el paternóster. Pope ruso. Nada de cura católico.

-¿Y eso por qué, tío Braguetita?

-Anda demonio. Cosas de la vida.

Era un bendito de dios. Murió de una borrachera. Pero no lo hizo por vicio sino para aliviar los terribles dolores que le ocasionó un cáncer de próstata. El vino al fin y al cabo es sangre de Cristo y él creía en la resurrección. Algunas tardes se le veía asistir a las Vísperas en la iglesia del Salvador o en la de Santa Eulalia  y prosternarse ante una imagen del Perpetuo Socorro que había traído del frente. Este icono luego desapareció o lo robaron. Era un cuadro muy valioso y también milagroso.

Si alguien le preguntaba que por que tenía tanta fe en aquella imagen que era tan abstracta y tan poco significativa y no como la dolorosa de Santa Eulalia que parece tan guapa y a la que le hacen todavía más guapa las lágrimas que ruedan por sus mejillas de escayola el sargento  de artillería respondía invariablemente:

-Precisamente por eso porque esta Virgen es más misteriosa.

-¿Y a que viene usted?

-A pedirle una buena muerte para que resucite con su Hijo al tercer día. Yo creo en la resurrección.

Entonces se calaba su gorra  y se volvía por donde había venido.

De ambas parroquias era feligrés. El sargento Celerizo después el tío Braguetita era un bendito de Dios. Y murió como un santo. El vino le ayudó a soportar el tormento de su agonía.

 

 

 

 



[1]  Pixueto, de pixin, pescado que comen en Cudillero, de la especie de los escualos, y por eso llaman a los de Cudlilero pixuetos o pixines.

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